El retorno de la demanda externa negativa: ¿señal de alarma o dinamismo inversor?
Los últimos datos de la Contabilidad Nacional del INE nos devuelven una imagen que, a primera vista, podría despertar viejos fantasmas de la economía española. Tras una recuperación postpandemia sustentada en la aportación del sector exterior, que llegó a contribuir con un 78% al crecimiento del PIB a finales de 2022, la dinámica ha cambiado. En los últimos trimestres, el motor del crecimiento ha rotado: la demanda interna (consumo e inversión) ha tomado el relevo. En términos interanuales, el PIB del tercer trimestre creció un 2,8%, pero la demanda externa contribuyó con -0,8 puntos. Volvemos a importar más de lo que exportamos y, en contrapartida, volvemos a invertir más de lo que ahorramos. En un contexto de perturbaciones significativas al comercio internacional, es pronto para saber cuán duradero será este desequilibrio, todavía pequeño en comparación con otros episodios. No obstante, el cambio en la aportación de la demanda externa (que se especifica en volumen) ha empezado a reducir el superávit de la balanza por cuenta corriente (que se determina en valor), en la medida en que los precios de exportaciones e importaciones no compensan los movimientos de los volúmenes con una mejora de los términos de intercambio.